Tomates Verdes Fritos: “Las vidas de otras personas nos alimentan»

 

Tomates Verdes Fritos, año 1991

 

Cuando se estrenó este film, recuerdo la incredulidad de mis compañeros de facultad y la mía propia, todos tan trascendentes y supuestamente profundos como solo se puede ser a los 20 años: una peli con un título tan vulgar y absurdo no merecía nuestra atención. Pero yo guardaba un terrible secreto que mis colegas desconocían (en realidad, dos) Primero, ya era un cinéfago y me tragaba todo lo que mi exigua cartera se podía permitir. El segundo y más terrible: me encantaban y me encantan las buenas pelis para chicas. Así que me fui de incógnito a verla en los desaparecidos cines Casablanca. Me encantó pero no lo confesé hasta años más tarde…Y a una amiga.

«Fried Green Tomatoes» (Jon Avnet, 1991) cuenta una historia aparentemente sencilla pero realmente compleja e intensa, como la vida misma.

Fannie Flagg

Fannie Flagg

Basada en un recomendable libro de Fannie Flagg, la película nos presenta a Evelyn Couch (interpretada por la siempre magnífica Kathy Bates), una mujer en plena crisis adulta que está visitando a la tía de su marido  en un asilo de ancianos. Pero esta tía no la quiere, no desea su visita y, por tanto, Evelyn se tiene que sentar fuera de la habitación. Entonces aparece una dama de 83 años que parece tan llena de vida que la mayoría de nosotros parecemos zombies de los de toda la vida, los lentos,  no los que ahora trepan paredes a toda prisa. Ella es Ninny Threadgoode, interpretada por Jessica Tandy (Los pájaros, Paseando a Miss Daisy)  como la más cariñosa y  adorable mujer que ninguno de nosotros podría conocer.  Es de sus labios que escuchamos la historia principal, en una película que contiene muchas historias.

Por suerte la escritora de la novela que originó la película, Fannie Flagg, participó en el su adaptación a la pantalla grande. De este modo, los dos tiempos del film funcionan perfectamente, evitando en todo momento la habitual sensación de que una historia nos interesa más que la otra. La que se desarrolla en el presente desarrolla el fascinante tema del poder del relato oral y su pervivencia en el tiempo. Y cómo extra nos entrega un perspicaz retrato de la America profunda de principios de los 90. La del pasado tiene toda la fuerza del imaginario norteamericano del Sur del país y de la primera mitad del siglo XX.

No hay otra manera de decirlo: hay películas que simplemente te hacen sentir bien. Estos son los films que los anglosajones llaman, con acierto «feel good movies».

La encantadora de abejas

La encantadora de abejas

Algunos de ellos se ven con agrado y se olvidan. Otros también dejan huella en el espectador, debido a los memorables personajes que contienen. Pero también hay ‘feel good movies» que rompen sus propios límites y dejan un mensaje. Tomates verdes fritos pertenece a esta tercera categoría.

Avnet muestra y filma de modo clásico, poniéndose siempre al servicio de la historia. Su labor es invisible, como la de los mejores árbitros de futbol, los más recordados directores.  La música, de Thomas Newman, también clásica, no quiere ser protagonista y acompaña a un relato predecible y con una subtrama de ‘intriga’ que no está del todo bien resuelta  Donde Avnet arriesga es en otro aspecto: confía plenamente a sus cuatro actrices protagonistas la creación de los personajes…y los actores responden, haciendo que casi cada palabra suene verdadera.

En más de una ocasión aparece la sombra del cliché pero, a pesar de ello o precisamente gracias a ello, el mensaje de la película es nítido: la amistad todo lo puede, los amigos que conocemos en el camino nos convierten en lo que somos. Fried Green Tomatoes consigue trasmitir esta idea con toda la facilidad. Justo donde otros films sólo encuentran tópicos, repeticiones, convencionalismos y aburrimiento, aquí nos encontramos con verdad y sabiduría.

Reparto de lujo y la autora de esta maravillosa historia en un descanso del rodaje de “Tomates verdes fritos” (1991).

Reparto de lujo y la autora de esta maravillosa historia en un descanso del rodaje de “Tomates verdes fritos” (1991).

Y como las mujeres del film, la cinta todavía tiene tiempo para la generosidad. La generosidad  de dejarnos espacio para nuestras propias preguntas y meditaciones. Nos hace desear ser mejores personas e incluso querer comer esos “tomates verdes fritos” que, al menos para mí, nunca tuvieron demasiada buena pinta.

LUÍS LÓPEZ BELDA

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